Abstract:
El signo (semeion) es una realidad que remite a otra y, al hacerlo, la sugiere. Anuncia una realidad ausente o la hace presente. El sino revela y oculta al mismo tiempo. El NT conoce este sentido ordinario: dar un signo (Mt. 26, 48; Mc 14, 44, Lc 2,12), significar algo (Jn 12,33; 18,32; 21, 19).
Dios que habla a los hombres a través de la creación, les da también signos de forma especial por medio de acciones que causan asombro. Así, según la tradición judía, los tiempos mesiánicos debían inaugurarse con signos maravillosos, semejantes a los del Éxodo o a los del tiempo de Elías; se tiende a emplear en estos casos la expresión semeia kai terata. El NT recuerda la espera de estos signos precursores (Mt 24, 3). Frente a los judíos que querían ver signos para excusarse de creer, Jesús se niega a dar signos espectaculares y remite a su predicación (Mt 12, 38; Lc 11, 29; Mt 16, 1.4; Mc 8, 11; Lc 17,20)
El cuarto evangelio añade al sentido clásico entre los judíos el sentido preciso de "milagro": los "actos de poder" (dynamis) de Jesús son "signos"; efectivamente, este evangelista encuadra los milagros en discursos que explicitan su sentido o en un contexto que ayuda a entender su significado. Desde otro punto de vista, los signos son las "obras" de Dios que invitan a creer en Jesús y a contemplar su gloria (Jn, 12,37).
Los milagros son signos de divinidad de Cristo y de salvación. Los prodigios llevados a cabo en el orden físico son figuras y símbolos de las realidades de la gracia.