Abstract:
Dejando de lado la posibilidad de un conocimiento beatífico directamente inspirado por el Ser Superior (como el místico, del que poco sabe ni quizá deba saber la filosofía), no hace falta ser un fervor creyente en la tabula rasa aristoteliana para aceptar sin mayor problema que el origen del conocimiento en general se encuentra en la experiencia. Sería muy simple sin embargo pensar que todo lo que habite en nuestra mente provenga directa y exclusivamente de la experiencia, posibilidad que afronta rápidamente cuestionamientos.